Hay momentos en nuestra vida que nos sentimos superados por algo que está ocurriendo, que no sabemos gestionar o se nos acumulan muchos frentes. Ante todo ello, puede ocurrir que nos bloqueemos y nos sintamos frustrados, de forma que nuestra atención se focalice en todo aquello que no funciona, que nos hace sentir mal, etc. y nos impida analizar la situación y tomar decisiones, sintiendo que lo que estamos viviendo va a permanecer para siempre.
Si ese es tu caso, te animo a que leas este cuento popular (no he encontrado al autor/a) que comparto mucho con las personas que acompaño en su proceso. Si bien es cierto que simplemente leyendo este cuento no vas a superar el bloqueo y la frustración, si puede suponer el primer paso para movilizarte.
Hayas llegado por casualidad a mi página o te lo haya compartido algún conocido, puede resultarte útil:
EL ANILLO DEL REY
Una vez, un rey de un país no muy lejano reunió a los sabios de su corte y les dijo:
– He mandado hacer un precioso anillo con un diamante a uno de los mejores orfebres de la zona. Quiero guardar, oculto dentro del anillo, algunas palabras que puedan ayudarme en los momentos difíciles. Un mensaje al que yo pueda acudir en momentos de desesperación total. Me gustaría que ese mensaje ayude en el futuro a mis herederos y a los hijos de mis herederos. Tiene que ser pequeño, de tal forma que quepa debajo del diamante.
Todos aquellos que escucharon los deseos del rey eran grandes sabios, eruditos que podían haber escrito grandes tratados pero, ¿pensar un mensaje que contuviera dos o tres palabras y que cupiera debajo del diamante de un anillo?, muy difícil. Igualmente pensaron y buscaron en sus libros de filosofía por muchas horas, sin encontrar nada que se ajustara a los deseos del poderoso rey.
El rey tenía muy próximo a él un sirviente muy querido. Este hombre, que había sido también sirviente de su padre y había cuidado de él cuando su madre había muerto, era tratado como de la familia y gozaba del respeto de todos.
El rey, por ese motivo, también le consultó. Y éste le dijo:
– No soy un sabio, ni un erudito, ni un académico, pero conozco el mensaje.
– ¿Cómo lo sabes? - preguntó el rey
– Durante mi larga vida en palacio, me he encontrado con todo tipo de personas, y en una ocasión me encontré con un maestro. Era un invitado de tu padre y yo estuve a su servicio. Cuando nos dejó, yo lo acompañé hasta la puerta para despedirlo y como gesto de agradecimiento me dio este mensaje.
En ese momento el anciano escribió en un diminuto papel el mencionado mensaje, lo dobló y se lo entregó al rey.
– Pero no lo leas – dijo - Mantenlo guardado en el anillo. Ábrelo sólo cuando no encuentres salida en una situación.
Ese momento no tardó en llegar, el país fue invadido y su reino se vio amenazado.
El rey se encontraba huyendo a caballo para salvar su vida, mientras sus enemigos lo perseguían. Estaba solo, y los perseguidores eran numerosos. En un momento llegó a un lugar donde el camino se acababa y frente a él, había un precipicio y un profundo valle.
Caer por él sería fatal pero tampoco podía volver atrás, ya que el enemigo le cerraba el camino. Además, escuchaba el trote de sus caballos y sus voces, el enemigo estaba próximo.
Fue entonces cuando recordó el anillo, por lo que sacó el papel, lo abrió y allí encontró un pequeño mensaje tremendamente valioso para el momento.
Simplemente decía: “Esto también pasará”.
En ese momento fue consciente que se cernía sobre él un gran silencio. Los enemigos que lo perseguían debían haberse perdido en el bosque, o haberse equivocado de camino. Pero lo cierto es que le rodeaba un inmenso silencio. Ya no se sentía el trotar de los caballos.
El rey se sintió profundamente agradecido al sirviente y al maestro desconocido, esas palabras habían resultado milagrosas. Dobló el papel, volvió a guardarlo en el anillo, reunió nuevamente a su ejército y reconquistó su reino.
El día de la victoria, en la ciudad hubo una gran celebración con música y baile y el rey se sentía muy orgulloso de sí mismo.
En ese momento, nuevamente el anciano estaba a su lado y le dijo:
– Apreciado rey, ha llegado el momento de que leas nuevamente el mensaje del anillo.
– ¿Qué quieres decir? - preguntó el rey - Ahora estoy viviendo una situación de euforia y alegría, las personas celebran mi retorno, hemos vencido al enemigo.
– Escucha - dijo el anciano - Este mensaje no es solamente para situaciones desesperadas, también es para situaciones placenteras. No es sólo para cuando te sientes derrotado, también lo es para cuando te sientas victorioso. No es sólo para cuando eres el último, sino también para cuando eres el primero.
El rey abrió el anillo y leyó el mensaje: “ESTO TAMBIÉN PASARÁ”. Y nuevamente sintió la misma paz, el mismo silencio, aún en medio de la muchedumbre que celebraba y bailaba. Pero el orgullo, el ego había desaparecido.
El rey pudo terminar de comprender el mensaje. Lo malo era tan transitorio como lo bueno.
Entonces el anciano le dijo:
– Recuerda que todo pasa. Ningún acontecimiento ni ninguna emoción son permanentes. Como el día y la noche, hay momentos de alegría y momentos de tristeza. Acéptalos como parte de la dualidad de la naturaleza porque son la naturaleza misma de las cosas.
No todos podemos tener el anillo del rey, pero sí podemos pedir ayuda externa para poner un poco de orden a lo que nos esté ocurriendo y aprender a gestionarlo. Dar el primer paso nunca es fácil pero permite que otros vengan después.
Si crees que necesitas ayuda, puedes escribirme o pedir cita aquí, no estás solo/a.
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